En La Mansa: I’Marangatú
En la parada 7 y 1/2 de La Mansa, se ubica uno de los paradores más tradicionales de Punta del Este, cuyo nombre en guaraní, «aguas tranquilas», es casi una redundancia si se mira el horizonte marítimo más calmo que hay por estas latitudes. Con un gran restaurante-terraza con vista al poniente, es uno de los favoritos para los que eligen instalarse en la zona más familiar y tranquila de la península.
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El restaurante está a cargo de su dueña, siempre presente detrás del mostrador, muy atenta a las necesidades de sus clientes, supervisando todo. Se alquilan sombrillas y reposeras y hay servicio de comida hasta la orilla del mar. Además, en el acceso a la playa, en la parada 7, hay rampa para discapacitados y se ofrecen carritos para que aquellos que no pueden caminar hasta el mar tengan la posibilidad de meterse al agua.
En el bar el menú es súper variado: hay todo tipo de mariscos (mejillones a la provenzal a U$S 9), pastas, omelettes de todos los gustos (el de camarones a U$S 16), carnes y pesca del día.
En La Brava: Mia Bistró
Hace 12 años, Verónica Rucks y Emanuel Kostarinov instalaron un restaurante sólo para paladares exigentes en Punta del Este. Pronto descubrieron que les faltaba combinar los sabores de una cocina deliciosa con una vista al mar preferencial para convertirse en uno de los restaurantes más solicitados de la ciudad y seis años después de su desembarco en Uruguay se instalaron en la parada 19 de La Brava, una de las playas preferidas de los veraneantes por su ubicación y geografía. Desde hace seis años, Mía Bistró es el punto de encuentro para los que veranean a mitad de camino entre la península y La Barra, ideal para un café a la mañana, una comida, o unos drinks al atardecer. Sus dueños aclaran: «No es un parador, es un bistró en la playa». Es que el restaurante funciona intensamente al margen de lo que ocurra en las arenas: aunque llueva o esté nublado, e incluso fuera de temporada, en invierno, las reservas para comer allí no cesan.
Abierto de 11 a 24, ofrece servicio de camastros y sombrillas por U$S 30 el día, y tiene un bar de tragos y jugos muy surtido. Sin embargo, el restaurante es famoso por algo que nada tiene que ver con la playa: Jack, un bulldog inglés que recibe a los visitantes en la puerta y es pura ternura.
En La Barra: Playa del Mantra
Una de las playas que siempre se luce por su parador es la del hotel Mantra, ubicada en la ruta 10 entre La Barra y Manantiales. Todos los veranos suele desembarcar un lujoso restaurante que suma categoría al mapa de paradores del Este, pero este año llegó un verdadero lujo a estas playas: el Bagatelle, un bistró con sedes en St. Tropez, St. Barths, Miami, Nueva York, Dubai, Los Angeles. De cocina mediterránea y con una decoración que evoca a la Costa Azul y todo su glamour, Bagatelle invita a dedicarle varias horas a un almuerzo con vista al mar antes del chapuzón de arena y mar.
En Manantiales: Selenza Club de Playa
Hasta hace dos veranos, pasando Terrazas de Manantiales, la playa se extendía virgen hasta Punta Piedras. Solían ser las arenas favoritas de los que huyen del ruido de Bikini Beach y su frenesí juvenil o de la movida de La Barra, hasta que irrumpió allí el parador del complejo de suites y departamentos Selenza, una estructura pensada para albergar un buen restaurante muy cerca del mar. Este verano, el parador cuenta con el sponsoreo de Negroni. La firma de aperitivos instaló una barra de tragos y buena música que combina un ambiente de disfrute y diversión, de mates en la playa y encuentro con amigos cuando cae el sol. Ceviches y tiraditos desde U$S 16, makis desde U$S 14, y tragos de autor a U$S 11.
En José Ignacio: Playa de la Laguna Escondida
A simple vista, después de la rotonda de José Ignacio, no hay más nada. La ruta 10 desemboca en el puente de la laguna Garzón y hacia los lados solo parece haber vegetación y arena. Pero las apariencias engañan. Entre los bosques hay todo un circuito gourmet para descubrir: restaurantes como Marismo y Namm se encuentran campo adentro, para llegar solo con la ayuda del GPS. Para el día, en el kilómetro 184 hay una playa oculta, alejada de la movida de las playas cercanas al faro de José Ignacio y del glamour del parador La Huella. Justo enfrente se encuentra el barrio privado Laguna Escondida, y todos los años un parador nuevo se inaugura para los veraneantes que paran en el complejo. Pronto se convierte en el favorito de los que buscan playas tranquilas en temporada alta y con instalaciones para tomar y comer algo. Este verano la anfitriona fue María Cher, quien vistió el parador con su marca y organizó una serie de sunsets para convocar gente a conocerlo. La comida es de Crêpas y hay una barra de tragos muy tentadora. Además, los camastros -de diseño, muy coquetos- son gratuitos para los que coman en el parador.